LA JUNTA Y EL SOCIO
1. Respeto a la junta. En el orden natural la transmisión depende del acoplamiento de diversas fuerzas. Igual sucede en la Legión: en un solo punto donde faltare la conexión, la corriente de vida quedará cortada. Un socio podrá asistir a las juntas y no recibir participación alguna -o muy poca- de aquel entusiasmo, generosidad y arranque que constituyen -como ya hemos visto- la vida legionaria. ¿Cómo puede ser esto? Es que entre la junta y el miembro tiene que haber unión. No se trata de asistir pasivamente a las juntas: es necesario que haya un elemento que haga de la asistencia un verdadero enlace entre la junta y el socio; y este elemento es el respeto. Todo, en la Legión, depende de este respeto del socio a la junta; y este respeto se manifiesta por medio de la obediencia, la lealtad y la estima.
2.El praesidium ha de ser merecedor de este respeto. Una corporación que en sus ideales no se eleva más allá del término medio de sus miembros, carece de la primera cualidad esencial para hacer de guía, y no se hará respetar por largo tiempo.
3. El praesidium debe respetar el reglamento. La vida legionaria se transmite al legionario en la medida en que éste respeta al praesidium, y esa vida consiste esencialmente en un generoso esfuerzo por hacer las cosas con la mayor perfección posible; por eso, el praesidium debe esforzarse en merecer el respeto de sus socios, para poder ejercer sobre ellos la debida influencia. El praesidium que trate de exigir a sus miembros un respeto que él mismo no tiene con el reglamento que le gobierna, edifica sobre arena. Nadie se extrañará, pues, de que insistamos continuamente- en todo el curso de este Manual- sobre la necesidad de adherirse rigurosamente a las prescripciones relativas al orden de las juntas y a la manera de proceder de ellas.
4. El praesidium debe ser modelo de regularidad. La Legión pide que cuanto se diga o se haga en sus juntas sirva de ejemplo aun al miembro más entregado. La variedad de su vida le permite dar eficazmente ese ejemplo. Cada uno de los legionarios tendrá a veces dificultades para poder cumplir con sus deberes, por enfermedad, vacaciones u otras circunstancias inevitables; no así el praesidium, porque, constando éste de muchos- y no estarán ausentes todos a la vez- podrá elevase por encima de las limitaciones que coartan al individuo particular.
La junta semanal jamás debe omitirse, si no es por una total imposibilidad. Si fuera imposible celebrarla habitualmente el día señalado, habría que fijar otro. El que muchos de los miembros estén ausentes no es razón suficiente para no tener la junta: más vale celebrarla con pocos que no celebrarla. Poco hará quizá semejante reunión en cuanto a trámite de asuntos; pero el praesidium habrá cumplido el más importante de sus deberes, y todo trámite que se lleve a cabo en las juntas venideras saldrá ganando muchísimo, por el aumento de respeto que instintivamente le profesarán los miembros a su praesidium, al ver que sigue impertérrito a pesar de los que lo componen, fuerte en medio de las flaquezas, errores y diversos quehaceres de los socios, reflejando así -aunque muy pálidamente- la característica más sobresaliente de la misma Iglesia.
5. Calefacción y alumbrado. La sala de las juntas debe estar bien alumbrada, y a una temperatura agradable. Si no se pone cuidado en estas cosas, la junta, en vez de ser- como debería- un placer, se convertirá en penitencia, lo cual perjudicaría indudablemente el porvenir del praesidium.
6. Asientos. Hay que proveer a los socios de sillas o, siquiera bancos. Si se sientan de forma inadecuada -en pupitres o en otros asientos improvisados -, se creará un ambiente de desorden, en el que no prosperará el espíritu de la Legión, que es espíritu de orden.
7. Los praesidia deben tener sus juntas en horas adecuadas. El hecho de que la mayoría de las personas trabajen durante el día, obliga de ordinario a tener las juntas por la tarde, o los domingos. Pero hay muchos que trabajan por la tarde o durante la noche, y hay que prever para ellos la posibilidad de tener la junta en horas adecuadas.
También hay que contar con los que trabajen en turnos cuyo horario cambia periódicamente; para ello, tal vez sea necesario que colaboren dos praesidia que celebren sus juntas a horas muy distintas. Así los socios podrán alternar con los dos praesidia, según las horas que tengan libres. En este caso los dos praesidia mantendrán entre sí estrecha comunicación, a fin de asegurar la continuidad en la asistencia a las juntas y en los trabajos señalados.
8. Duración de la junta. La junta no durará más de hora y media, a contar desde la hora prefijada para su comienzo. Si, a pesar de la dirección eficiente de la junta, ven los socios que con frecuencia, al cerrar las juntas quedan temas sin tratar o tienen que tratarse precipitadamente es una señal de que el praesidium tiene demasiado quehacer, y debe pensarse en su división.
9. Duración insuficiente de las juntas. No se ha prescrito ningún mínimo para la duración de la junta; pero, si habitualmente no llegase a durar ni una hora- contando lo que se invierte en las oraciones, la lectura espiritual, las actas y la allocutio, que ocupan unos treinta minutos -, es señal de que la junta se resiente de algún defecto. Este defecto puede estar en el número de socios, en el escaso trabajo, o en la mala calidad de los informes; y es preciso subsanarlo. En una industria se mira como una falta de organización muy seria el no procurar que las máquinas produzcan al máximo rendimiento, habiendo demanda en el mercado. En la Legión no puede ser menos, pues nadie tendrá la osadía de afirmar que no hay demanda- y muy urgente- de valores espirituales de primera calidad.
10. Llegar tarde o salir antes. Los legionarios que lleguen después de las oraciones preliminares, a su llegada se pondrán de rodillas y recitarán privadamente las oraciones de la téssera que preceden al santo rosario, y las invocaciones que le siguen. Consideren como pérdida irreparable no rezar el rosario con el praesidium. Igualmente, aquellos socios que se vean obligados a salir antes del final de la junta, pedirán antes permiso al presidente; y, obtenido el permiso, se arrodillarán para recitar la oración. Bajo tu protección nos acogemos, etc., y las invocaciones que le siguen.
Llegar tarde o salirse temprano habitualmente, no esta permitido a ningún socio, por ningún pretexto. Es cierto que aun así, se puede hacer el trabajo y dar los informes según las normas; pero la indiferencia por la omisión de las oraciones preliminares o finales indica- y fundamentalmente- que se está forjando un espíritu ajeno, y aun hostil, al espíritu auténtico de a Legión: el de la piedad. Un socio con tal espíritu haría más daño que provecho.
11. El buen orden, raíz de la disciplina. Sin espíritu de disciplina, la junta es como una cabeza inteligente sobre un cuerpo paralizado, incapaz de dominar la indisciplina de los miembros, de estimularlos, ni de darles la menor formación. Para desarrollar en los socios este espíritu de disciplina, cuenta la Legión con los factores siguientes: a) la disciplina de la junta tal como está mandada en el reglamento; b) seguir punto por punto, en sucesión ordenada, los diversos números del programa de la junta, c) informar diligentemente sobre los trabajos, según está prescrito; d) un ambiente saturado de la presencia de María, como móvil de este espíritu de orden.
Sin disciplina, se dejarán llevar los miembros por la tendencia humana de obrar por cuenta propia- con ninguna o muy poca sujeción a la autoridad- y de entregarse a obras dictadas por un capricho momentáneo y de la manera que se le ocurra a cada cual. Y, ¿qué bien podrá salir de aquí?
Por otra parte, la disciplina que se asume voluntariamente para fines religiosos, crea una fuerza de las más poderosas del mundo; será una disciplina capaz de hacer frente a todo, pero a condición de que se mantenga siempre férrea, aunque sin ser pesada, y dispuesta en toda ocasión a obedecer cordialmente la voz de la autoridad eclesiástica.
La Legión posee en este espíritu de disciplina -que la caracteriza- un tesoro que puede compartir con los de fuera. Es un don de inestimable valor, porque el mundo oscila inútilmente entre esos dos polos opuestos: la tiranía y el libertinaje. Podrá suplirse la carencia de disciplina interior mediante la imposición de una férrea disciplina externa, la inercia de la tradición, o la fuerza; pero, donde los individuos o las comunidades dependan únicamente de esta disciplina exterior, ésta cesará en cuanto desaparezca el apoyo que la sustenta, en el primer momento de crisis. También es cierto que aunque la disciplina interior sea infinitamente más importante que cualquier sistema d disciplina externa, no hay que suponer que esta carezca de importancia. En realidad, las dos se necesitan mutuamente. Cuando se combinan las dos en la debida proporción, y se añade el atractivo móvil de la religión, entonces tenemos ese triple cordel que, según la Escritura no se rompe fácilmente (Ecl 4,12).
12. La puntualidad es de suma importancia. Sin puntualidad no se puede cumplir el precepto del Señor: Pon tu casa en buen orden (Is 38,1). Una organización que habitúa a sus miembros al desorden los está viciando desde la raíz. Por no cumplir lo que está mandado, está perdiendo el derecho a ese respeto que constituye la base de toda buena educación y disciplina; está haciendo caso omiso de una cosa vital, tan fácil de mantener; comete una locura parecida a la de aquel que "por un ochavo perdió un ducado".
A veces, con gran previsión, se coloca un reloj sobre la mesa de la junta, pero sin que regule lo más mínimo la macha de la misma. En todo caso marca su comienzo, medio y fin, pero no el tiempo concedido a los informes y otros asuntos, siendo así que la puntualidad y el orden deben aplicarse en todo momento, desde el inicio hasta el final.
Si en esto faltan los oficiales, los demás miembros deben protestar. Si no lo hacen, todos son cómplices en el desorden
13. Modo de rezar las oraciones. Hay personas impetuosas, que no se moderan ni siquiera cuando se trata de rezar; y, si aun los oficiales incurren en este defecto, todo el praesidium se irá deslizando poco a poco hasta rezar las oraciones de una manera rayana en lo irrespetuoso. Efectivamente; si hay un defecto demasiado frecuente, es que las oraciones se rezan con prisa, y eso parece indicar que los legionarios ya no ponen cuidado en observar la regla que les manda rezar como si estuviera presente entre ellos la santísima Virgen en persona, no solo en imagen.
14. Las oraciones son parte integral de la junta. Alguna vez se ha sugerido la conveniencia de que los miembros de la junta recen el rosario delante del Santísimo, yendo después a la sala. Eso no puede admitirse, por este principio general: la unidad de la junta es esencial a todo el sistema legionario. Con esa unidad de la junta, todo queda en ella impregnado del espíritu de piedad, tan fecundo en heroísmo y esfuerzo; pero el desarrollo de la junta carecería de ese espíritu si se dijeran fuera de ella la mayor parte de las oraciones prescritas. Semejante cambio alteraría por completo el aspecto de la junta, y, en consecuencia, el de Legión entera, cimentada como está sobre la junta. Ya no sería la Legión de María, por grandes que fueran los méritos de la nueva organización. Y aún estaría menos permitido omitir el rosario o cualquier otra de las oraciones de la téssera, no importa que circunstancias aconsejen lo contrario. El rezo del rosario es para la junta de la Legión lo que la respiración para el organismo humano.
15. El culto y la junta. Si, por alguna razón, un praesidium ha rezado antes de la junta las oraciones legionarias en una Iglesia o en cualquier otro lugar, tiene el deber de repetir en la junta todas las oraciones.
16. Oraciones especiales en la junta. A menudo se pregunta si está permitido ofrecer las oraciones de la junta por intenciones especiales. Dado el crecido número de peticiones, es preciso aclarar la cuestión:
a) se trata de ofrecer por alguna intención particular las oraciones ordinarias de la junta, es ir contra la regla que prescribe que se ofrezcan dichas oraciones por las intenciones de la santísima Virgen, Reina de la Legión y no por ninguna otra.
b) si es cuestión de añadir a las oraciones ordinarias otras por alguna intención particular, decimos que las prescritas ya son bastantes, y, por regla general, no hay que alargarlas más. Alguna que otra vez habrá intereses de excepcional importancia para la Legión, que reclamen súplicas extraordinarias; en este caso será lícito añadir alguna oración breve; pero insistimos en que sea raras veces;
c) Es evidente que se podrán recomendar intenciones especiales a la piedad particular de cada socio.
17.¿Perjudica el informe a la humildad?. Algunos socios han querido justificar la pobreza de sus informes diciendo que temían faltar a la humildad al hacer en ellos ostentación de sus buenas obras. Contestemos que también existe una especie de orgullo con apariencia de humildad: lo que los poetas han llamado "el pecado favorito del diablo". Los legionarios deben estar muy sobre aviso, para que tales sentimientos no vengan a abrigar, en vez de humildad, las maquinaciones de una refinada soberbia, la cual, entre otras cosa, llevaría consigo una tendencia disimulada de sustraer sus actividades a la estrecha vigilancia del praesidium. ¿Cómo es posible que una humildad de buena ley les impulse a trazar una regla de conducta que, si fuera adoptada por todos los demás, sería la ruina del praesidium? Al contrario, la sencillez cristiana pide que eviten toda singularidad, se sometan dócilmente a las reglas y prácticas de su organización, y, en fin, que cada cual cumpla con sus deberes personales; estos aunque individuales, no son parte menos esencial de la junta. Cada informe es -como hemos dicho ya- una piedra en el edificio de la misma.
18. La armonía, expresión de unidad. La armonía es la exteriorización del espíritu de amor en la junta, y tiene que ser la virtud soberana de la misma. La eficacia, tal como la entiende la Legión, nunca excluye la idea de armonía. El bien logrado a expensas de la armonía es una ganancia dudosa; mientras que las faltas que van directamente contra ella han de evitarse en la Legión como la peste. Estas faltas pueden ser: querer dominar a los demás, hallar que decir en todo, el mal humor, el espíritu mordaz y cínico, el darse tono... tales faltas, tan pronto como entren en la junta, pondrán en fuga la armonía.
19. El trabajo de cada uno, una preocupación de todos. La participación común de todos los miembros en las oraciones iniciales de la junta ha de caracterizar a todas las gestiones siguientes. Así, pues, fuera toda conversación o broma particular entre los socios; porque cada tema, aunque tratado solo por uno o dos, interesa a todos los presentes, y tanto, que puede afirmarse lo siguiente: al informar sobre las personas o lugares visitados, todos los socios hacen a dichas personas o lugares una visita espiritual. Aprendan los socios a mirar las cosas de esta manera, porque de lo contrario prestarán a los informes y comentarios del trabajo ajeno una atención meramente material; lo suyo es estar en todo momento, no solo atentos -como a una cosa que cautiva por lo bien que se narra- sino en contacto espiritual íntimo con las personas y cosas narradas, como si les afectara personalmente.
20. El secreto es de suma importancia. Las ordenanzas fijas, que suenan todos los meses en los oídos de los miembros, deberían convencerlos de la suma trascendencia de guardar fielmente el secreto legionario, dado el carácter del apostolado de la Legión.
La falta de valor se considera en un soldado una vergüenza, pero la traición es infinitamente peor. En la Legión sería traición repetir fuera de la junta del praesidium lo que se ha sabido en ella. Pero, al mismo tiempo, hay que guardar un justo medio. A veces, personas imbuidas de un celo mal entendido, con el pretexto de guardar las leyes de la caridad, exigen que no se mencionen nombres ni se den informes al praesidium, en casos de abandono en la práctica de la religión. Esta actitud, tan laudable en apariencia, oculta un error y una amenaza para la vida de Legión: si se llevara a la práctica, el praesidium quedaría en condiciones de no poder trabajar. En efecto:
a) adoptar este proceder sería contrario al modo de actuar de todas las demás asociaciones, las cuales tratan libremente todos los casos que les conciernen;
b) llevada hasta su última conclusión, dicha actitud exigiría que los mismos compañeros de visita guardasen el secreto aun mutuamente;
c) el centro de la acción, del informe y de la caridad legionarias no es ni el socio individual ni la pareja de visitantes, sino el praesidium, y al praesidium se deben referir en detalle todos los casos ordinarios; guardar los informes sin comunicarlos al praesidium es destruir ese núcleo y perjudicar los verdaderos intereses de la caridad, con pretexto de defenderlos;
d) no hay equivalencia alguna con el caso del sacerdote, cuyas sagradas funciones le colocan en un plano distinto al del legionario; este aprende en el curso de la visita más o menos lo que aprendería cualquier otra persona de confianza, y lo que muchas veces corre ya de boca en boca entre los mismos inquilinos de la casa o entre los vecinos del barrio;
e) eximir a los miembros de la obligación de dar íntegramente sus informes suprimiría la conciencia de estricta dependencia, factor tan importante en el sistema legionario. Así no se podría dar consejos prácticos, ni orientar, ni criticar; y la función principal del praesidium quedará anulada. Además, serían imposibles la formación y la vigilancia de los socios, que se basen sobre los informes. Suprímase esta secreta revisión semanal del trabajo de los miembros, y estará abierta la puerta de par en par a todo género de indiscreciones; cuando estas ocurran, no se eche la culpa injustamente a la Legión;
f) pero lo más sorprendente es que con este proceder se aflojan los vínculos del mismo secreto; porque la garantía del secreto legionario- también guardado hasta el presente- es la poderosa influencia del praesidium sobre el miembro: si esta influencia disminuye, disminuye también la seguridad del secreto.
En conclusión: el praesidium no es solo el centro de la caridad y de la discreción, sino que es también su sostén.
Los informes deben revestir el carácter de secretos de familia. Lo mismo que estos, deben discutirse de puertas adentro, pero con amplia libertad, a no ser que se sepa ciertamente que se ha infiltrado alguna persona extraña. Y, aún entonces, el remedio no estará en limitar los informes, sino en expulsar al traidor.
Pueden darse circunstancias excepcionales, que aconsejen en algún caso extremo un silencio absoluto. En ese caso es menester recurrir cuanto antes al director espiritual, o, en su ausencia, a algún socio dotado de cualidades de buen consejero, para que dé su opinión sobre el asunto.
21. Libertad para comentar. ¿Está permitido que se exprese el desacuerdo con los métodos de la junta? Los miembros pueden expresar su desacuerdo siempre que se atengan a la más rigurosa justicia, y sin olvidar los derechos de los demás: porque el ambiente de un praesidium tiene que ser familiar, no de cuartel. Y nunca deben hacer sus comentarios en un tono retador, ni falto de respeto para con los oficiales.
22. La junta es el sostén de los socios. Es muy propio del hombre apetecer con impaciencia resultados visibles, y, luego, no quedar satisfecho con lo que se ha conseguido. Y, sin embargo, los resultados tangibles no son indicio seguro del éxito feliz de una obra: un socio los obtendrá tal vez al primer impulso; otro, tras una perseverancia heroica, se encontrará con las manos vacías. La sensación de haber trabajado en vano engendra el desaliento, y éste lleva a desistir de la obra; y, así, cualquier empresa que se evalúe sólo por los resultados visibles viene a ser como arena movediza, incapaz de sostener por largo tiempo al socio activo de la Legión. Éste necesita apoyo y sostén. Y el legionario lo encontrará en todo cuanto contribuye a formar a junta semanal del praesidium: oración, rito externo, las peculiaridades del medio ambiente, los informes, la hermandad cristiana, el magnetismo de la disciplina, el vivo entusiasmo, y hasta el orden y la limpieza.
En la junta nada lleva a pensar en esfuerzos inútiles, ni que tienda a aflojar los vínculos legionarios; al revés, todo en ella ayuda a estrecharlos. Y conforme van sucediéndose las juntas regularmente, recibe uno la impresión de una maquinaria que marcha con suavidad, logrando el fin para el que fue hecha, y dando a los socios la seguridad de que trabajan con fruto y mérito; y en esta seguridad se apoya su perseverancia. Procuren los legionarios mirar aun más lejos, y ver en el mecanismo de esta máquina de María una prolongación del poder de su Hijo. Ellos forman parte activa de la misma, y tienen la misión de asegurar su perfecto funcionamiento; y María utiliza su lealtad para conseguir los resultados que Ella quiere. Estos resultados serán perfectos, porque "solamente María sabe perfectamente donde está la mayor gloria del Altísimo" (San Luis María de Montfort).
23. El praesidium es una "presencia" de María. Las reflexiones de este capítulo miran hacia la más perfecta unidad y solidaridad de los individuos dentro de un mismo cuerpo, con el fin de ser más útiles en el apostolado oficial- pastoral- de la Iglesia. La relación del apostolado asociado con el apostolado individual podría compararse con la relación entre la liturgia y la oración privada.
El apostolado está en relación íntima con María en su condición de Madre de Jesús: "Ella dio al mundo al que es la misma Vida, que lo renueva todo; y Dios la adornó de todos los dones dignos de un oficio tan grande" (LG 56). Y Ella continúa cumpliendo esa misión a través del ministerio y servicio de quienes quieren ayudarle. El praesidium coloca a su disposición un grupo de cristianos entregados, ávidos de cooperar con Ella en la realización de ese cometido. Y ciertamente: Ella aceptará su colaboración. Por eso, el praesidium puede ser concebido como una especial presencia de María en ese lugar; mediante esa presencia, Ella está dispuesta a prodigar generosamente sus dones, y a ejercer y evidenciar su maternidad. Por eso es de esperar que un praesidium, fiel a sus ideales, se interese en renovar su vida, en mejorar su salud, en crecer apostólicamente. Los lugares con problemas deberían solicitar este principio espiritual.
Con toda el alma acude a la sabiduría, con todas tus fuerzas sigue sus caminos; búscala y la alcanzarás; cuando la poseas, ya no la sueltes; al fin, alcanzarás su descanso y se te convertirá en placer; sus cadenas serán tu fortaleza; su yugo, corona de júbilo. (Eclo 6, 25-30).
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