CAPITULO 30
ACTOS PÚBLICOS
Cada curia tiene la obligación de reunir periódicamente a sus miembros, para que lleguen a conocerse y fomentar entre ellos el espíritu de unión.
Los actos públicos de la Legión son los siguientes:
1. EL ACIES
Dada la importancia que tiene para la Legión la devoción a María, cada año se consagrarán a Ella los legionarios, individual y colectivamente, el día 25 de marzo -o en una fecha lo más cercana a esa- en un acto solemne llamado acies.
Esta voz latina -que significa un ejército en orden de batalla- designa con propiedad la ceremonia en que se reúnen los legionarios de María para renovar su homenaje a la Reina de la Legión, y para recibir de Ella fuerza y bendición para otro año más de lucha contra las fuerzas del mal. Acies contrasta con praesidium: el primero representa a la Legión congregada, en formación; el segundo, a la misma Legión repartida en diversas banderas, entregada cada cual a su propio campo de operaciones.
Puesto que el acies es el gran acto central del año para la Legión, es, necesario subrayar la importancia de que acudan todos los socios.
La idea fundamental de la Legión -en que estriba todo lo demás - es que se trabaja en unión con María, su Reina, y bajo su mando. El Acies es una declaración solemne de dicha unión y dependencia, la renovación -individual y colectiva- de la declaración legionaria de lealtad. Si algún legionario, pues, pudiendo acudir a la función, no acude, da a entender manifiestamente que no tiene nada o muy poco del espíritu de la Legión, y que no la beneficia gran cosa con haberse alistado en sus filas.
El procedimiento es como sigue:
En el día señalado para la ceremonia se reunirán los legionarios, si es posible, en alguna Iglesia, donde se habrá colocado en sitio conveniente una imagen de María Inmaculada, adornada de flores y luces, y delante de ella un modelo grande del vexillum de la Legión, descrito en el capítulo 27.
Empieza la función con un himno, y sigue después el rezo de las oraciones iniciales de la Legión, incluyendo el rosario. A continuación, un sacerdote explicará el significado del acto de consagración que se va a hacer; después de la plática, se inicia la procesión hacia la imagen de la Virgen. Van primero los directores espirituales, de uno en uno. Luego los legionarios, también de uno en uno, o de dos en dos si son muchos. Al llegar al vexillum, cada uno - o cada par - se detiene, coloca su mano en el asta del mismo, y pronuncia en voz alta, como acto de consagración individual, estas palabras: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es.
Dicho esto el legionario deja el vexillum, hace una pequeña inclinación de cabeza y se retira. Si por el crecido número de legionarios resultase el desfile largo y monótono, se podrá amenizar el acto con alguna música adecuada.
No se debe usar más de un vexillum; duplicarlos abreviaría el acto, pero destruiría su unidad. Y, además, la prisa añadiría una nota discordante. La característica particular del acies deberá ser su orden y dignidad.
Vueltos a sus puestos todos los legionarios, un sacerdote lee en voz alta el acto de consagración a nuestra Señora en nombre de todos los presentes. Después, todos en pie, rezan las oraciones de la catena. Luego sigue, si hay la menor posibilidad, la Bendición con el Santísimo, y se termina con las oraciones finales de la Legión y el canto de un himno, y termina el Acies.
Si es posible, inclúyase en el programa la celebración de la Eucaristía, en vez de la Bendición con el Santísimo. Los otros detalles de la ceremonia permanecerían igual. La Eucaristía asumiría en sí todas las consagraciones y ofrendas ya hechas, y serviría para presentarlas al Padre Eterno mediante el “'único Mediador” y en el Espíritu Santo, y en las manos maternales de la generosa compañera y humilde esclava del Señor” (LG,6l').
La citada fórmula de consagración: Soy todo tuyo, Reina, mia, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es, no debe pronunciarse mecánicamente, sin meditarla. Cada socio debe condensar en ella el más alto grado de comprensión y gratitud profunda. Para ayudarse a conseguirlo deberá estudiar la Síntesis mariana que aparece en este Manual como apéndice 11. Tal síntesis resume el papel singular desempeñado por María en el plan divino de la salvación, y, por consiguiente, el deber de gratitud que cada uno ha contraído con Ella. Tal vez se podría hacer de esa síntesis el tema de la lectura espiritual y de la allocutio en la junta del praesidium precedente al acies.
Se ha sugerido que se use también como el acto colectivo de consagración en la ceremonia misma.
“María es el espanto de los poderes infernales. Es terrible como un ejército en orden de batalla (Ct 6,10), porque sabe desplegar con estrategia su poder, su misericordia y sus oraciones para derrota del enemigo y para triunfo de sus siervos” (San Alfonso de Ligorio).
2. LA REUNIÓN GENERAL ANUAL
El día más próximo posible a la fiesta de la Inmaculada Concepción se celebrará un acto social, en el que se reúnan todos los miembros. Si se cree oportuno, se puede comenzar con un acto de culto en la Iglesia.
A continuación se celebra la función social. Si no se hubieran rezado antes en la Iglesia las oraciones legionarias, se rezarán durante la velada, divididas en tres partes.
Es mejor limitar el programa de la velada a números presentados por los legionarios. Además de números festivos, debería haber algunas charlas o informes de interés legionario.
De sobra está recordar a los legionarios que en estas funciones no caben etiquetas. Hay que evitarlas a toda costa, sobre todo cuando toman parte en el acto muchos legionarios. El fin del acto es que todos los presentes se lleguen a conocer mejor; con este objeto, el programa deberá ofrecer facilidades para la movilidad y la conversación. Los encargados procurarán que los socios no formen corrillos aislados, frustrándose así la finalidad principal del acto, que es fomentar el espíritu de unidad y amor en la familia legionaria.
“La alegría de San Francisco impregnaba toda su aventura espiritual de un suave encanto. Como caballero leal de Cristo, Francisco se gozaba inefablemente en servir a su Señor, imitándole en su pobreza y asemejándosele en el padecimiento; y esta dicha suprema -saboreada en la imitación, servicio y sufrimiento de Cristo-la anunció como nobilísimo cantor y trovador de Dios al mundo entero.
“Toda la vida de Francisco fue modulada desde entonces sobre la alegría, como sobre la nota dominante. Con calma imperturbable y gozo sincero cantaba para sí mismo y le cantaba a Dios las alegres canciones que brotaban de su corazón. Su empeño fue conservarse, en todo momento, interior y exteriormente alegre. En el círculo íntimo de sus hermanos también sabía dar, sin disonantes, la nota tónica de la alegría, y sabía hacerla vibrar tan sonora y armoniosamente, que ellos mismos se sentían elevar a una región poco menos que celestial. Y la misma nota de alegría que penetraba en la conversación del santo cuando hablaba con los hombres. Sus mismos sermones -hasta predicando la penitencia- eran himnos de júbilo; y su mera presencia, ocasión de gran regocijo para personas de toda condición” (Felder, Ideales de San Francisco de Asís).
3. LA FIESTA AL AIRE LIBRE
Esta fiesta al aire libre se remonta hasta los inicios de la Legión. No es obligatoria, pero está recomendada. Podrá tomar la forma de una excursión, peregrinación, o simplemente un acto al aire libre. La Curia determinará si esta celebración ha de ser de toda la Curia o sólo del praesidium. En este caso, pueden juntarse para la fiesta dos o más praesidia.
4. LA FIESTA DEL PRAESIDIUM
Se recomienda con insistencia que cada praesidium celebre una función de carácter social alrededor de la fiesta de la Natividad de nuestra Señora. En aquellos centros donde hay muchos praesidia, podrán juntarse varios, si quieren, para celebrarla. Se puede convidar a la función a personas aptas para ser socios, a fin de, animarles a que lo sean.
Se recomienda el rezo de todas las oraciones legionarias - incluso el rosario -, divididas en, tres partes, como en la junta del praesidium. El tiempo tomado al acto social no pasará de unos cuantos minutos, pero este tributo a nuestra Señora quedará más que recompensado con el mayor fruto de la función. La Reina de Legión es también la “Causa de nuestra alegría”, y nos pagará nuestro recuerdo y devoción, haciendo que la función sea para todos ocasión de singular gozo.
Entre los números musicales se intercalará por lo menos una breve charla legionaria. Así aprenderán todos un poco más acerca de la Legión y, de paso, el programa resultará más variado. El mero entretenimiento tiende a cansar.
5. EL CONGRESO
El primer Congreso de la Legión lo celebró la Curia de Clare, Irlanda, el domingo de resurrección del año 1939. Su feliz resultado animó a otros, como suele suceder con los éxitos, y ahora el congreso está profundamente arraigado en la vida de la Legión.
Un Congreso no debe rebasar los límites de un Comitium o de una Curia. Asambleas de mayores vuelos no obedecerían al concepto primitivo de un Congreso, ni producirían los frutos deseados. Por lo tanto, si esas asambleas se celebran, no hay que darles el nombre de Congreso, ni se les puede tomar como sustitutos del mismo. Pero esto no quiere decir que no se pueda invitar al Congreso a personas de otras zonas.
El Concilium ha dispuesto que ningún consejo celebre un congreso con mayor frecuencia que cada dos años. Se le debe dedicar un día entero. Si se pudiera celebrar en una casa religiosa, quedarían resueltos muchos problemas. A ser posible los actos comenzarán con la misa, a la cual sigue una breve plática del director espiritual u otro sacerdote, y terminarán con la Bendición.
La jornada se subdivide en sesiones, cada sesión con uno o varios temas. Alguien expone brevemente el tema, que tendrá preparado de antemano, pero todos han de tomar alguna parte en las discusiones. Esta participación común constituye la vida misma del congreso.
Una vez más insistimos en que no hablen demasiado los oficiales que presiden, ni intervengan constantemente en las discusiones. Los Congresos, lo mismo que las juntas de los consejos, han de seguir el método parlamentario: participación común dirigida desde la presidencia. Algunos presidentes muestran cierta tendencia a comentar lo que dicen los demás. Esto repugna a la idea del congreso, y no debe tolerarse.
Sería de desear que estuvieran en el Congreso algunos representantes de un consejo administrativo superior, los cuales podrían desempeñar algunos de los oficios más importantes, como presidir, iniciar las discusiones, etc.
Hay que evitar el afán de buscar efectos retóricos, porque crearían un ambiente artificial, y no es ese el ambiente de la Legión; y en tal ambiente nadie se sentirá inspirado, ni se resolverá ningún problema.
Unas veces se organizará el Congreso para todos los legionarios; otras, sólo para los oficiales de los praesidia. En el primer caso, y en la primera sesión, se podría distribuir a los legionarios en varios equipos de trabajo según los cargos que ocupan, formando los no oficiales otro grupo separado; así se someterían a estudio los deberes y las necesidades particulares de cada grupo. También podrían agruparse los legionarios según las obras a que se dedican. Pero distribuir los grupos de una u otra manera en la sesión inaugural es libre, y, en todo caso, en las sesiones siguientes no han de dividirse. Sería ilógico reunir a los socios para después mantenerlos separados la mayor parte del tiempo del Congreso.
Y no hay que olvidar que los oficiales tienen deberes más amplios que las funciones que normalmente corresponden a sus cargos; por ejemplo: un secretario, que de ordinario se contenta con escribir las actas, será un oficial muy deficiente, si no llega a traspasar tan limitados horizontes. Como todos los oficiales son miembros de la Curia, en su reunión deben estudiar los métodos de perfeccionar la vida de la Curia, en todo lo que se refiere a las juntas y a la administración en general.
Un Congreso no debe reducirse a una junta de curia que sólo se preocupa de temas administrativos y cuestiones de detalle; al contrario, debe aplicarse a cosas fundamentales. Pero, normalmente, todo lo que se aprende en el Congreso lo tiene que poner en práctica la Curia. Los temas deben girar sobre los principios básicos de la Legión; más o menos, los siguientes:
a) La espiritualidad de la Legión. No se comprende la Legión mientras los socios no se compenetren -a la medida de sus alcances- de las múltiples facetas de la espiritualidad legionaria; y no se logrará que funcione la Legión como es debido, si esa espiritualidad no va vinculada al trabajo activo tan íntimamente que sea su móvil y su alma; en otras palabras: la espiritualidad tiene que animar todo el trabajo, como el alma anima al cuerpo.
b) Las cualidades que deben poseer los legionarios, y la manera de desarrollarlas.
c) El sistema ordenado de la Legión, incluso el modo de dirigir las juntas; y la cuestión importantísima de los informes de los socios, es decir, la manera de darlos y de comentarlos.
d) Las obras legionarias, juntamente con el mejoramiento de los métodos; y el proyectar obras nuevas, con las cuales pueda la Legión alcanzar a todos los hombres.
Entre los actos del Congreso debe haber un discurso -dado por algún director espiritual o por un legionario capacitado- sobre algún aspecto de la espiritualidad, los ideales o los deberes de la Legión.
Cada sesión debe comenzar y terminar con una oración. Las oraciones legionarias darán material suficiente para tres de estas ocasiones.
La puntualidad y el buen orden son de precepto absoluto; de otra manera todo se malogra.
Entre los diversos Congresos que se celebren en una misma zona tiene que haber cierta variedad. Primero, porque en un solo congreso no se puede tratar más que un número limitado de temas, pero a lo largo de varios años se puede llegar a mucho. Segundo, porque, a todo trance, hay que evitar la sensación de estancamiento, sigue por consiguiente; hay que variar por variar. Y tercero: es verdad que el feliz éxito de un Congreso deja el deseo de repetirlo con el mismo tema; pero conviene tener en cuenta que el éxito feliz fue debido en gran parte al menos - a la novedad del tema, y eso ya no se repite. Si se quiere contar con la novedad como elemento de estímulo en cada congreso nuevo que se celebre, es preciso prepararlo de antemano con mucho ingenio.
“Si deseamos saber de que manera ha de prepararse el alma fiel para la venida del Divino Paráclito, trasladémonos con el pensamiento al Cenáculo, donde están reunidos los discípulos. Allí, según la orden del Maestro, perseveran en la oración mientras aguardan el poder de lo Alto, que va a bajar sobre ellos para revestirles como de armadura para la lucha que les espera. En esta morada santa de recogimiento y paz echamos una mirada reverente sobre María, la Madre de Jesús, la obra maestra del Espíritu Santo, Iglesia del Dios vivo. Por la acción del mismo Espíritu Santo nacerá de Ella, como de un seno materno, la Iglesia militante, representada por esta nueva Eva, que sigue conteniéndola dentro de sí” (Guéranger, El año litúrgico).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario