APÉNDICE VI
LA MEDALLA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN, LLAMADA LA
"MEDALLA MILAGROSA"
" Luego me dijo la santísima Virgen: " haz que acuñen una medalla según este modelo. Todos aquellos que la lleven recibirán grandes gracias, especialmente si la llevan pendiente del cuello. Las gracias serán copiosas para cuantos la lleven con confianza" (Santa Catalina Labouré).
Los legionarios harán muchísimo aprecio de esta medalla, que está tan íntimamente asociada con la historia de la Legión. La imagen de la Milagrosa que adornó la mesa de la primera junta no fue elegida deliberadamente con preferencia a otras, y, sin embargo, sintetizó de manera maravillosa la concepción espiritual de la organización, que nació, así, en torno de Ella.
Ya desde un principio se recomendó el uso de la medalla en el trabajo legionario. La invocación que aparece en la Medalla se dijo ya en la primera junta, y ahora la rezan diariamente todos los socios como parte integral de la catena. La Medalla es parte integral del vexillum de la Legión.
El que la Medalla esté tan íntimamente ligada con la piedad legionaria es cosa que invita a meditar. Y las consideraciones siguientes harán ver si esto es debido a circunstancias fortuitas o a la delicada y admirable disposición de la Providencia:
a) La Medalla tiene por fin extender la devoción a la Inmaculada Concepción pero también muestra a María como Medianera de todas las gracias; y, así, abarca los varios aspectos según los cuales considera la Legión a su Reina, a saber: María Inmaculada, Madre y Medianera.
La representación de la Inmaculada Concepción queda complementada por la del Corazón Inmaculado de María en el reverso de la Medalla: aquella retrata a María concebida sin pecado; ésta, a María sin pecado para siempre.
b) El reverso de la Medalla ostenta la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María. Ambos Corazones han sido invocados ya desde la primera junta de la Legión en las preces preliminares. Los dos Corazones -el uno coronado de espinas, el otro atravesado por una espada-y, encima, la Cruz y una M mayúscula: todo ello recuerda la Pasión de Jesús y la Compasión de María, aquel misterio que mereció el tesoro de gracias que los legionarios suplican tener, con el privilegio de dárselo a otros en compañía de María.
c) Por una coincidencia verdaderamente notable, el cardenal arzobispo de París comenzó la audiencia en que dio su aprobación y bendición a la Legión a la misma hora y el mismo día del primer centenario de las apariciones de la Virgen Milagrosa a Santa Catalina Labouré, que tuvieron una significación para Francia.
Podemos, pues, afirmar que la Medalla ha sido, como asimilada por la Legión, y que la misión del legionario incluye la de la Medalla. El legionario es, por decirlo así, una medalla viviente, un humilde instrumento en manos de la Virgen, para derramar sus gracias por el mundo.
Hay algunos católicos ansiosos de mostrarse avanzados, intelectuales, que desprecian esta Medalla, lo mismo que otras medallas y escapularios como si fueran supersticiones. Esta actitud de falta de respeto hacia los sacramentales aprobados por la Iglesia es una temeridad. Y además peca contra la evidencia de los hechos, porque no hay duda de que el uso de la Medalla ha sido bendecido por Dios milagrosamente.
Así como los legionarios deben considerarse como soldados, así también deben tener la Medalla Milagrosa como su arma principal. No hay que dudar de que María comunicará a su Medalla doble eficacia en manos de los legionarios.
Por medio del rito de su alistamiento en la Legión, uno queda convertido en miembro de la Asociación de la Medalla Milagrosa, sin necesidad de una inscripción oficial en ningún registro. El socio queda facultado automáticamente para lucrar todas las indulgencias otorgadas a la asociación.
La fiesta de nuestra Señora de la Medalla Milagrosa se celebra el 27 de noviembre
“María trajo al mundo a quien es la apostolicidad en persona, a Aquel que vino a encender fuego en el mundo y quiso que ardiera. El oficio de la Virgen no habría sido completo, si Ella no hubiese estado en el centro mismo de aquellas llamas de fuego que el Espíritu de su Hijo hizo descender sobre los Apóstoles, para inflamarlos con su mensaje hasta la consumación de los siglos. Pentecostés fue para María un nuevo Belén espiritual, una segunda Epifanía, en la cual, como Madre junto a la cuna del Cristo místico, le da a conocer una vez más, aunque a pastores y reyes distintos" (Obispo Fulton Sheen, El Cuerpo místico de Cristo.)
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