CAPITULO 34
DEBERES DE LOS DIRIGENTES DEL PRAESIDIUM
1. EL DIRECTOR ESPIRITUAL
La Legión juzga la eficacia de su actuación únicamente según las cualidades espirituales desarrolladas en sus miembros y comunicadas por ellos a sus obras. Por eso es evidente que el director espiritual del praesidium -a quien corresponde principalmente infundir dichas cualidades en los socios- es el alma del praesidium. El director espiritual asistirá a las juntas del praesidium, y cooperará con el presidente y demás oficiales en que se cumplan las prescripciones del reglamento y se haga funcionar a la Legión según el espíritu y la letra de este Manual. Se opondrá a cualquier abuso y apoyará toda autoridad legionaria legítimamente constituida.
El director espiritual tendrá en su praesidium -si este es digno de tal nombre- los mejores miembros de la parroquia entre las personas animadas por el celo apostólico, que serán un instrumento poderoso para todo lo bueno y santo. Pero de él depende que el trabajo del praesidium sea cosa digna y ardua, y que valga la pena; de él depende animarlos, sobre todo cuando se trata de vencer rechazos interiores u obstáculos externos. El praesidium le considera como el principio vital de su vida espiritual. Tanto, en fin, depende de él, que el Papa Pío XI llega a decir, aplicándole las palabras del salmista: Mi suerte esta en tus manos (Sal 30,15). ¡Qué dolor, si quedara frustrada tan gran confianza como se pone en él, aunque no fuera más que en un solo caso! ¡Qué lástima sería ver a un grupo de apóstoles, deseosos de trabajar lo mejor que pudieran por Dios, por María y por los demás, andar desorientados, como rebaño sin pastor! ¿Qué diría el Pastor Supremo de un director espiritual negligente, que debiera ser "el alma de la asociación, el inspirador de toda buena iniciativa, la fuente del celo?" (Pío XI).
El director espiritual mirará su praesidium como miraría un maestro de novicios a sus recomendados: empeñado sin cesar en la formación espiritual de los socios, en el desarrollo de las actitudes y de las obras propias de un legionario de María. Las cualidades espirituales de los socios se desarrollarán casi siempre hasta donde se lo exija el director espiritual: por eso, no tenga éste reparo en hacer un llamamiento aún a la virtud suprema, ni en proponerles obras cuya ejecución exige cualidades heroicas. Aun lo imposible tiene que rendirse a la gracia, y la gracia es para el que la pide y la procura. Así mismo, hará hincapié en una fidelidad a toda prueba -hasta en los menores detalles- en el cumplimiento del deber, como fundamento esencial de toda obra grande. Aunque el carácter del hombre se muestra en los momentos difíciles, se forjan las acciones ordinarias.
Cuidará de que los socios no emprendan cosa alguna con miras egoístas, logrando así que vuelvan sin envanecerse por el triunfo ni desanimados por el fracaso aparente; y dispuestos, si sonara la orden, a volver mil veces a la tarea más ingrata o deprimente.
El director espiritual procurará que los socios añadan- al cumplimiento decidido y responsable de sus otros deberes- el gran deber de la oración y del sacrificio; y les enseñará cómo, al fracasar todos los medios ordinarios y cuando -humanamente hablando-todo es inútil, precisamente entonces tienen mas derecho a recurrir a la Reina de la Legión, su Madre, con entera confianza de que Ella les dará la victoria.
Pero el deber fundamental de un director espiritual de la Legón de María será infundir en los legionarios, encomendados a su cuidado, un conocimiento esclarecido y un amor intensísimo hacia la Madre de Dios, y, en particular, hacia aquellos privilegios de María, que más gustosamente venera la Legión.
Edificando así con paciencia, poniendo piedra sobre piedra, podrá esperar construir en cada miembro un baluarte del espíritu que nada podrá desmoronar.
Como miembro del praesidium, el director espiritual tomará parte en el tratamiento de los asuntos y en las discusiones que surjan, y será, “según la necesidad lo pida , maestro, consejero y guía" (San Pío X). Pero se cuidará de no arrogarse los derechos del presidente: cualquier tendencia en este sentido no sería para bien del praesidium; porque sí, a su influencia como sacerdote y como hombre dotado de un conocimiento de la vida muy superior al de los demás, se añadiera realmente la gestión de los asuntos, su presencia en la junta resultaría avasalladora; y el estudio de los informes vendría a ser mero diálogo entre él y el legionario que los presenta, y no intervendrían ni el presidente ni los demás miembros; todos estarían callados, temiendo que cualquier indicación suya tendría las apariencias de intentar contradecir el juicio del director espiritual. Tal modo de coartar la libertad y la familiaridad en la discusión general de los casos haría desaparecer de la junta su mejor atractivo, su principal valor educativo, la fuente de su energía. Y, al ausentarse el director espiritual , el praesidium no haría nada nada; y, si se marchara definitivamente, todo se vendría abajo. “Tomará un vivo interés - como se exige que lo tome cada socio- en todo cuanto se dice en la junta. Pero no se asirá a cada palabra como a una oportunidad para inculcar sus opiniones personales. Intervendrá -claro está- cuando se necesite de sus consejos o conocimientos, pero ha de intervenir de un modo equilibrado, no eclipsando nunca al presidente, no llevando siempre la voz cantante en la junta: y, por otra parte, interviniendo lo suficiente para dar ejemplo a los demás del interés de cada uno por los casos de los otros”(Mons. Helmsing).
Si un praesidium se dedica al trabajo del estudio, el director espiritual velará por la selección de los libros; ejercerá sobre dicho estudio una atenta vigilancia, no permitiendo que se expongan a los socios sino doctrinas en absoluta conformidad con los principios auténticos de la Iglesia.
Después de rezada la catena, seguirá una breve plática, dada por el director espiritual, o, en su ausencia, por el presidente; esta plática versará preferentemente sobre el Manual (véase orden de la junta: allocutio, capítulo 18, 11).
El director espiritual dará su bendición a los socios al terminar las oraciones finales de la junta.
"Cristo estableció realmente un sacerdocio que no sólo debería representarle y estar en su lugar, sino que, en cierto sentido, tendría que ser Él mismo -es decir, que Él debería ejercer poderes divinos por su mediación-. De ahí que el afecto y la reverencia hacia el sacerdote sean considerados como homenaje directo al sacerdocio eterno de! que el ministerio humano participa" (Benson, la amistad de Cristo) .
"El sacerdote ha de ser aquel mayordomo que, a cada hora del día, desde el amanecer hasta la puesta del sol, salió a las plazas públicas a alquilar jornaleros para la viña de su Señor. Porque la mayoría de los católicos, si no se les llama, corren gran riesgo de estar mano sobre mano, ociosos todo el día. (Mt 20,6)" (Civardi).
2. EL PRESIDENTE
1. Un deber primordial del presidente será asistir a las juntas de la curia a la que esté afiliado el praesidium, y con eso y de otras maneras mantener al praesidium estrechamente unido con el conjunto del ejército legionario.
2. Presidirá las juntas del praesidium, y llevará la dirección de los asuntos. Hará la distribución del trabajo activo semanal, y recibirá de cada socio los informes correspondientes. Se portará en todo consciente de su responsabilidad, como persona a quien la Legión ha encomendado el fiel cumplimiento del reglamento en todos sus detalles. Faltar a este deber es una infidelidad para con la Legión.
Los ejércitos de la tierra lo llamarían traición, y sobre el delincuente caerían los mayores castigos.
3. Él es el principal encargado de cuidar de que la sala de juntas esté bien acomodada en lo tocante al alumbrado, calefacción, asientos, etc., y a punto para que pueda comenzar la junta a la hora señalada.
4. Abrirá la sesión puntualmente, a la hora prefijada; cuando llegue el momento preciso, interrumpirá las gestiones para el rezo de la catena, y cerrará la junta a su debido tiempo. Será bueno que tenga adelante, sobre la mesa, un reloj.
5. En ausencia del director espiritual dará la allocutio o asignará a alguien para que la dé.
6. Instruirá a los demás oficiales en sus respectivos cargos, y procurará, que los cumplan.
7. Estará muy atento en observar quiénes son los socios con especiales cualidades, para recomendarlos a la curia cuando se trate de vacantes en los cargos, tanto del praesidium propio como de otros. El presidente debería tener a gala poder contribuir al porvenir de la Legión, formando oficiales dignos y desarrollando en ellos las buenas cualidades de que tanto depende el valor del praesidium.
8. Dará a todos sus hermanos legionarios altos ejemplos de espiritualidad y celo, pero no de modo que absorba el trabajo que deberían hacer ellos; porque, en este caso, daría tal vez muestra de celo, pero no buen ejemplo; al contrario, haría imposible a los demás el seguirle.
9. No olvidará que los informes dichos a media voz o entre dientes son el enemigo de la junta; y, por consiguiente, al tratarse de informes, él hablará de manera que se oiga bien su voz en toda la sala. Si no hace esto, verá que los socios usarán un tono de voz apenas perceptible, para disgusto y desánimo general.
10. Es su deber cuidar de que cada socio brinde informes completos, ayudar a los tímidos o faltos de experiencia con preguntas acertadas, y, por otra parte, poner límite a los informes que, aunque excelentes en sí, ocupen demasiado tiempo.
11. Salvando siempre una buena dirección de la junta, el presidente debe hablar lo menos posible. Es decir, tiene que mantener un termino medio entre los dos extremos opuestos.
Uno de estos extremos es la falta de todo control o de estímulo, de modo que la junta se vea precisada a gobernarse por sí misma. El resultado es que algunos miembros se contentan con dar informes monosilábicos, mientras que otros no pararán de hablar. Uniendo lo "demasiado" con lo "demasiado poco", no es difícil que el praesidium dé la impresión de poder despachar sus asuntos en el tiempo debido; pero hay que decir que tal combinación de incorrecciones no suma una corrección total, y que no hay orden perfecto donde se cubre el desorden con apariencias de orden.
El otro extremo es hablar demasiado. Algunos presidentes se dejan llevar de la palabrería, y con esto: a) se apropian el tiempo que pertenece a los demás socios; b) falsean el concepto de lo que debería ser el praesidium, que no es una sala de conferencias, sino un tratar en común las cosas del Padre (Lc 2,49); y c) ese exceso de palabras en los presidentes anula a los miembros y les deja sin deseos de hablar. Ambos extremos son perjudiciales para la formación de los socios.
12. Fomentará el espíritu de hermandad en el praesidium, convencido de que, si falta esto, falta todo. Él mismo contribuirá a fomentarlo, demostrando hacia todos y cada uno de los socios el más entrañable afecto, y dando, en toda ocasión, ejemplo de profunda humildad, conforme a las palabras de Jesucristo: El que quiera ser el primero entre vosotros, sea vuestro servidor (Mt 20,27).
13. El presidente animará a los socios a que expresen sus opiniones y a que ofrezcan voluntarios a colaborar en otros trabajos, para despertar así en ellos gran entusiasmo por toda la obra del praesidium.
14. Cuidará de que cada legionario cumpla su cometido:
a) con buen espíritu;
b) con buen método;
c) desarrollando las esperanzas de la Legión en cada caso concreto;
d) interesándose de vez en cuando por los trabajos anteriores;
e) preparando nuevos campos de acción donde fuere posible, a fin de mantener ardiendo siempre el espíritu de conquista.
15. Hará rendir a los socios todo el esfuerzo y sacrificio de que sean capaces. Exigir una mezquindad a un legionario de gran capacidad es hacerle una gran injusticia, es perjudicar su destino eterno. Nadie opta por lo difícil si no se le anima a ello. Y al presidente le incumbe estimular en todos los socios el fervor en el servicio de Dios, a quien le deben servir todas las criaturas, cada una según su capacidad.
16. Los defectos de un praesidium suelen ser los defectos del presidente. Si el presidente deja pasar las faltas, éstas se repetirán, y el praesidium irá de mal en peor.
17. Como el presidente ocupa la presidencia una cincuenta veces al año, y no deja de ser hombre, es inevitable que, como humano, en algunas ocasiones se sienta irritado; pero tenga sumo cuidado en no mostrar la menor señal de esta irritación, pues nada hay más contagioso que el mal humor. Empezando por uno -y más, si éste es persona con autoridad- fácilmente cundirá y causará la ruina total.
18. Si un presidente comenzara a notar que su praesidium se dirige hacia un estado de abandono y tibieza, consultará en privado con los oficiales de la curia, para deliberar sobre lo que conviene hacer; y, si dichos oficiales le aconsejaran que dejase el cargo de presidente, tendrá la obligación de someterse humildemente. Esta actuación le hará merecer abundantes gracias del cielo.
19. Como cualquier otro oficial y miembro del praesidium, cumplirá las obligaciones impuestas a los demás socios en cuanto al trabajo ordinario del praesidium. Parecerá tal vez superflua esta recomendación; la experiencia demuestra lo contrario.
20. Finalmente, nunca dejará nada que desear en lo que al cardenal Pizzardo -autoridad de primera categoría en estas cuestiones- dice con insistencia que es la disposición fundamental para ser un buen líder: una dócil sumisión a la jerarquía eclesiástica, el espíritu de abnegación, y la caridad y buena armonía en sus relaciones con las demás organizaciones y con las personas que las integran.
"En el preciso momento que me responsabilizaron de otras almas, vi como ello sobrepasaba mis fuerzas; y, corriendo a refugiarme en los brazos de nuestro Señor, imité a esos niños que, cuando tienen miedo, esconden el rostro sobre el cuello de su padre. Tú ya ves, Señor -exclamé-, que soy demasiado pequeña. Para dar de comer a tus hijitas; pero, si quieres por mi medio dar a cada una lo que le conviene, llena mis manos, y sin moverme de tus brazos, sin menear la cabeza siquiera, repartiré tus tesoros a aquellas almas que vengan a pedirme alimento. Cuando el alimento sea de su gusto, yo bien sabré que no me lo deben a mí, sino a Ti; y cuando se quejen de su amargura, nó me intranquilizaré; procuraré, hacerles ver que viene de Ti, y tendré buen cuidado en no ofrecerles otra cosa (Autobiografía de Santa Teresa de Lisieux).
3. EL VICEPRESIDENTE
1. deberá el vicepresidente asistir a las juntas de la curia.
2. Presidirá las reuniones del praesidium cuando estuviere ausente el presidente. Pero importa saber que este cargo no lleva consigo ningún derecho de sucesión en el cargo de presidente.
El siguiente aviso tomado del Manual de las Cofradías de San Vicente de Paúl, tiene entera aplicación al vicepresidente de un praesidium. "En la ausencia del presidente, particularmente si fuere ausencia prolongada, el vicepresidente -entiéndase bien- asume todos sus poderes, y le suple en todo. Jamás debería detenerse una asociación porque falte cualquiera de sus miembros; esto es lo que sucedería si los demás miembros no se atrevieran a hacer nada en ausencia del presidente. Así que el vicepresidente no solo está en su derecho, sino que tiene como obligación de conciencia el reemplazar plenamente al presidente, cuando éste se ausenta o está impedido de asistir, a fin de que dicho presidente, a su vuelta, no lo vea todo paralizado por haber faltado él".
3. El vicepresidente tiene la obligación general de ayudar al presidente en la administración del praesidium y en la tramitación de los asuntos. Con mucha frecuencia viene a suponerse que su deber comienza únicamente cuando el presidente se halle ausente.
Es un error que perjudica al vicepresidente y al praesidium. Lo justo es que el vicepresidente coopere íntimamente con el trabajo del presidente. Ambos serán para el praesidium lo que en la casa son para el padre y la madre, o lo que son para un ejército el general en jefe y el jefe del Estado Mayor. El vicepresidente es el complemento del presidente. Su cargo quiere decir que es un oficial en activo, no un oficial de la reserva ni algo meramente pasivo. Durante las juntas, es especial función suya el atender a muchas cosas que pueden escapar a la atención del presidente y de las cuales depende la buena marcha del praesidium.
4. Su obligación particular es velar por cuanto se refiere al ingreso y cuidado de los socios en la Legión. En cuanto a los nuevos miembros, tiene el deber de recibirlos con ocasión de su primera asistencia, darles la bienvenida al praesidium, y presentarles -antes o después de la juma- a los demás socios. Cuidará de que se les señale cierto trabajo activo, de que sean instruidos en los deberes del socio -incluso el rezo diario de la catena- y de que sean informados sobre el grado de socio pretoriano, con las obligaciones específicas del mismo.
5. Durante la junta anotará los nombres en el registro de asistencia.
6. Guardará los varios registro correspondientes a los socios activos, pretorianos, adjutores y auxiliares, haciendo en cada caso una distinción entre socios definitivos y los que están a prueba.
Cuidará de examinar a éstos cuando hayan terminado la prueba, para ver si han sido fieles a sus deberes, y, si los han cumplido bien, trasladará sus nombres a los registros permanentes.
7. Avisará a los que estén de prueba para pasar al servicio activo el día en que la prueba va a terminar, y hará todos los preparativos para que hagan la promesa.
8. Tomará nota de los que falten a las juntas, y luego -por carta o por otros medios- tratará de impedir una ruptura definitiva.
Es obvio que entre unos socios cuya adhesión nunca admite vacilaciones y otros que se separan inmediatamente por falta de cualidades, hay toda una serie de miembros cuya perseverancia fluctúa más o menos a merced de circunstancias externas o fortuitas: esa perseverancia quedará asegurada con un buen oficial, solícito por el bien de los socios, y dedicado particularmente a esto.
Conviene tener en cuenta que más importa a la Legión la fidelidad de un socio que reclutar a otro nuevo. El vicepresidente que cumpla fielmente este cometido será la causa directa de un cúmulo de buenas acciones y conquistas espirituales, acelerará la formación de nuevos praesidia, y ejercerá un apostolado único en su género.
9. No permitirá ninguna negligencia en el rezo de los sufragios por los socios difutos, según queda determinado en el capítulo correspondiente.
10. Visitará a los socios enfermos o cuidará de que otros legionarios los vayan a visitar.
11. Vigilará los esfuerzos de sus hermanos en lo tocante a reclutar socios auxiliares y mantener relaciones con ellos.
"Las novicias expresaban a Santa Teresa su sorpresa, al ver que les adivinaba sus pensamientos más íntimos. Y ella les contestó: "Mi secreto es éste: no os hago nunca una observación sin invocar antes a la santísima Virgen. Le pido que me ilumine en lo que os hará el mayor bien, y; después me quedo pasmada muchas veces de lo que os enseño. Cuando os estoy hablando, no me creo engañada cuando pienso que Jesús es quien os habla por mi boca" (Santa Teresa de Lisieux).
4. EL SECRETARIO
1. El secretario asistirá a las juntas de la curia.
2. El secretario tiene obligación de redactar y cuidar las actas del praesidium. Pondrá gran esmero en su redacción, y las leerá con voz clara. Las actas pueden tener una importancia suma, por su contenido y por el modo de leerlas. Bien leídas, no demasiado largas ni demasiado breves, constituyen un excelente comienzo para la junta, y contribuirán no poco a la eficacia de la misma.
3. El secretario conservará los útiles de secretaría en buen estado, si quiere hacer las cosas bien. Tal como es el ser humano, es un hecho que ni el mejor secretario logrará presentar un documento digno usando lápiz, pluma rota o mal papel; redáctense, pues, las actas con tinta o a máquina, y en libro de buena calidad.
4. Con sólo realizar sus deberes de secretaría no cumple el secretario con el trabajo semanal del praesidium.
5. Será muy cuidadoso en mandar todos los informes y estadísticas a la curia de la Legión, cuando ésta los pida; y, en general, saldrá responsable de la correspondencia del praesidium.
También cuidará de que haya siempre un buen surtido de papel, tinta, etc., en dicho praesidium.
6. El presidente del praesidium podrá delegar en otros miembros algunos de los deberes del secretario.
"Dice el Evangelio: María conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón (Lc 2, 51). Y preguntaba Botticelli: ¿por qué no también en pergamino?".
Y,sin entrar en más profundidades exegétícas, retrato el más perfecto de todos los cantícos de éxtasis y gratitud de la siguiente manera: un ángel ofrece un tíntero en la mano derecha, y con la izquierda sostiene el manuscrito en el que la santísima Virgen acaba de transcribir, en letra gótica iluminada el Magnificat; su rollízo Bambino aparece con aire de profeta, y su manecita parece que va guiando los dedos de su Madre - aquellos dedos nerviosos, sensitivos, casi racionales, que el maestro florentino asocia siempre de una manera íntima con la expresión de su idea de la Virgen. También tiene significado, aquí, el tintero. No es de oro, ni está cuajado de piedras preciosas, como la corona sostenida por los ángeles; pero representa también el destino triunfal de la Reina de cielos y tierra. Predice todo cuanto testimoniarían los hombres hasta el fin de los tiempos en confirmación de lo que predijo la humilde esclava del Señor acerca de su propia gloria" (Vloberg).
5. EL TESORERO
1. El tesorero asistirá a las juntas de la curia.
2. Será responsable del recibo y del pago de todo el dinero del praesidium que entre y salga, y de la minuciosa y detallada consignación de las cuentas.
3. Cuidará de que se haga en cada junta la colecta secreta
4. Hará los pagos únicamente según instrucciones del praesidium; y depositará los fondos de modo que el praesidium pueda disponer de ellos
5. Tendrá en cuenta la recomendación dada en el capítulo 35 sobre fondos y de vez en cuando propondrá el asunto a la consideración del praesidium.
"María es la dispensadora de toda la Trinidad, porque escancia y reparte el vino del Espíritu Santo a quienes Ella quiere y en la medida que Ella quiere" (San Alberto Magno).
"María es la tesorera cuyo tesoro es Jesucristo. Es Él a quien Ella posee; es Él a quien Ella da" (San Pedro Julián Eymard).
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