CAPITULO 10
APOSTOLADO LEGIONARIO
1. SU DIGNIDAD
Para poner de relieve la dignidad del apostolado al que la Legión llama a sus miembros, así como la importancia que este apostolado tiene para la Iglesia, no hallamos palabras más categóricas que las siguientes y firmes declaraciones:
"Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su unión con Cristo Cabeza. Ya que, insertos por el bautismo en el Cuerpo místico de Cristo, robustecidos por la confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor. Se consagran como sacerdocio real y gente santa (cf.l P 2,4-10) para ofrecer hostias espirituales por medio de todas sus obras, y para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo. La caridad, que es como el alma de todo apostolado, se comunica y mantiene con los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía" (AA,3).
"Ya Pío XII decía: "Los fieles, y más precisamente los laicos, se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad humana. Por tanto ellos, ellos especialmente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no solo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia, es decir, la ,comuniaad de los fieles sobre la tierra bajo la guía del Jefe común, el Papa, y de los obispos en comunión con él. Ellos son la Iglesia (...)" " (CL,9).
"María ejerce sobre el género humano una influencia moral que no podemos definir mejor que comparándola con esas fuerzas físicas de atracción, afinidad y ,cohesión, que, en el orden de la naturaleza, unen los cuerpos y sus partes componentes entre si... Creemos haber demostrado que María ha tenido parte en todas las grandes gestas que constituyen la vida de las sociedades y su verdadera "civilización" (Petitalot).
2. EL APOSTOLADO DEL LAICO ES INDISPENSABLE
Nos atrevemos a afirmar que el bienestar moral de una población católica depende de que ésta cuente con un buen núcleo de apóstoles, pertenecientes al estado laical, pero imbuidos de un espíritu sacerdotal; ellos procurarán al sacerdote unos eficaces puntos de contacto con el pueblo. Sin esta perfecta compenetración del sacerdote y el pueblo no hay garantía de éxito, pues ambos se necesitan mutuamente.
Ahora bien, el fundamento de todo apostolado es un interés vivísimo por la Iglesia y por su misión en la tierra; pero, como este interés no puede brotar sino de la plena convicción de estar uno colaborando positivamente con la misma Iglesia, está claro que una organización de apostolado, forjadora de apóstoles, no pude ponerse en otras manos que en las del sacerdote, el cual participa más que nada en la misión de la Iglesia; y de hecho, tanto ejercerá el sacerdote como verdadero pastor, cuanto más hábilmente maneje dicha organización.
Lo cierto es que, donde no se cultiva asiduamente el celo apostólico, se prepara el terreno para que surja otra generación desprovista de todo interés por la Iglesia, de toda conciencia de responsabilidad para con ella; y, ¿qué provecho puede salir de un catolicismo tan inmaduro? ¿qué será de él cuando se perturbe algo su calma?. La historia nos enseña que el miedo llega a impulsar a una grey tan cobarde como ésa al destrozo de sus mismos pastores, o a que las ovejas se dejen devorar por la primera manada de lobos que se presenten. El cardenal Newman declara como un axioma: "En todo tiempo los cristianos seglares han sido la medida del espíritu católico".
"La función principal de la Legión de María es desarrollar en los seglares la conciencia de su vocación. Nosotros, los seglares, corremos el peligro de identificar a la Iglesia con el clero y los religiosos, a quienes Dios ha dado ciertamente lo que nosotros llamamos, con demasiado exclusivismo, una vocación. Inconscientemente, los demás estamos tentados a consideramos como del montón, como si esperáramos salvarnos observando lo ultimo prescrito. Olvidamos que nuestro Señor llama a cada una de sus ovejas por su nombre (Jn 10,3), y que -en palabras de San Pablo, ausente físicamente, como nosotros, del Calvario- el Hijo de Dios me amó a mi y se entregó por mi (Ga 2,20). Cada uno de nosotros, aunque no sea más que un carpintero de aldea -como lo fue Jesús mismo- o una humilde ama de casa- como su Madre-, tiene una vocación, es llamado individualmente por Dios a darle su amor y su servicio, a hacer un trabajo particular que otros tal vez puedan superar, pero que no pueden hacer en nuestro lugar. Nadie, sino yo mismo, puede entregar a Dios mi corazón ni hacer mi trabajo. Y es precisamente esta conciencia personal de la religión la que fomenta la Legión. El socio ya no se contenta con permanecer pasivo o satisfecho con las apariencias, tiene que ser algo y hacer algo por Dios; la religión ya no es para él un valor secundario, sino que llega a ser la inspiración de toda su vida, por más rutinaria que ésta sea, humanamente. Y esta convicción de la vocación personal crea inevitablemente un espíritu apostólico, el deseo de perpetuar la obra de Cristo, de ser otro Cristo, de servirle en los mas pequeñuelos de sus hermanos. De esta manera la Legión viene a ser el sustitutivo seglar de una orden religiosa, la traducción -en tétminos de vida seglar- de la idea cristiana de la perfección, la extensión del reino de Cristo en la vida seglar de hoy" (Alfredo O'Rahilly).
3. LA LEGIÓN Y EL APOSTOLADO SEGLAR
El apostolado -como tantos otros grandes principios- es por sí, en teoría, cosa fría y abstracta, y por eso tiene el peligro de no llamar poderosamente la atención de los laicos, y de que estos no respondan al alto destino que se les brinda, o -lo que es peor- de no creerse capacitados para realizado; con el desastroso resultado de que los seglares renuncien a todo esfuerzo por desempeñar el papel que les corresponde de derecho, y como obligación urgente, en la lucha que sostiene la Iglesia.
Más oigamos a una autoridad competente en esta materia, el cardenal Riberi, antiguo Delegado Apostólico para el África misionera, y más tarde Internuncio en China: "La Legión de María es el deber apostólico revestido de una forma tan atractiva y seductora, tan palpitante de vida, que a todos cautiva; obra en todo conforme a la mente de Pío XI, es decir, en absoluta dependencia de la Virgen Madre de Dios; toma siempre como base de reclutamiento -y aún como clave de potencia numérica- las cualidades individuales del socio; está fortalecida y protegida por abundante oración y sacrificio, y por la adhesión rigurosa a un reglamento; y, en fin, colabora estrechamente con el sacerdote. La Legión de María es un milagro de los tiempos modernos".
La Legión profesa al sacerdote todo el respeto y obediencia debidos a los legítimos superiores; es más: como el apostolado legionario se apoya enteramente sobre el hecho de ser la misa y los sacramentos los principales cauces por donde fluye la gracia -cuyo ministro esencial es él-, y como todos los esfuerzos y recursos de los legionarios deben encaminarse a repartir este divino manjar entre las multitudes enfermas y hambrientas, se deduce que el principio básico de la actuación legionaria será necesariamente el llevar al sacerdote al pueblo, si no siempre en persona -cosa imposible a veces- por lo menos mediante su influencia, y procurar la comprensión mutua entre el sacerdote y el pueblo.
El apostolado de la Legión se reduce esencialmente a esto. La Legión, aunque compuesta en casi su totalidad de personas seglares; obrará inseparablemente unida con sus sacerdotes, acaudillada por ellos, con absoluta identidad de intereses entre ambos; y buscará con ardor completar los esfuerzos del pastor y ensanchar su campo de acción en la vida de sus feligreses, para que estos, acogiéndole, reciban al Señor que le envió.
"Sí, os lo aseguro: quien recibe a uno cualquiera que yo envíe, me recibe a mí, y quien me reciba a mí, recibe al que me ha enviado' (]n 13,20).
4. EL SACERDOTE Y LA LEGIÓN
La idea del sacerdote rodeado de personas deseosas de compartir con él sus trabajos está sancionada por el ejemplo supremo de Jesucristo: Jesús se dispuso a convertir al mundo rodeándose de un grupo de escogidos, a quienes instruyó por sí mismo y comunicó su propio Espíritu.
Los apóstoles tomaron, a pecho la lección de su divino Maestro, y la pusieron en práctica llamando a todos para que les ayudasen en la conquista de las almas. Dice el Cardenal Pizzardo: "Bien puede ser que los forasteros que llegaron a Roma (Hch2,1O) y oyeron predicar a los apóstoles el día de Pentecostés, fueron los primeros en anunciar a Jesucristo en Roma, echando así la semilla de la Iglesia Madre, que poco después vinieron a fundar San Pedro y San Pablo de un modo oficial".
Lo cierto es que la primera difusión del cristianismo en Roma misma fue obra del apostolado seglar. ¿Cómo pudo ser de otra manera? ¿Qué hubiesen logrado los doce, perdidos como estaban en las inmensidades del mundo, de no haber convocado a hombres y mujeres, a ancianos y jóvenes, diciéndoles: "Llevamos aquí un tesoro celestial, ayudadnos a repartirlo?" (Alocución de Pío XI).
Citadas las palabras de un Papa, añadamos las de otro, para, demostrar contundentemente que el ejemplo de nuestro Señor y de los apóstoles respecto de la conversión del mundo es la pauta que ha dado Dios a todos los sacerdotes- alter Christus -, para que ellos obren de igual manera en el limitado campo de acción de cada cual, ya sea parroquia o distrito, ya sea una obra especializada.
Hallándose cierto día el Papa San Pío X entre un grupo de cardenales les preguntó: - "¿Qué os parece lo más urgente hoy para salvar a la sociedad? - Edificar escuelas -, contestó uno. - No -, replicó el Papa. - Multiplicar las Iglesias -, añadió otro. - Tampoco.
-Reclutar más clero -, dijo un tercero. - Ni eso siquiera -repuso el - Papa- No. Lo más urgente ahora es tener en cada parroquia Un núcleo de seglares virtuosos, y, al mismo tiempo, ilustrados, esforzados y verdaderos apóstoles."
Este santo Pontífice, al fin de su vida, hizo estribar toda la salvación del mundo en la formación que diera un clero celoso a los fieles entregados al apostolado de la palabra, de la acción y, sobre, todo, del ejemplo. En las diócesis donde dicho Papa había ejercitado el ministerio antes de subir a la Cátedra de San Pedro, daba menos importancia al censo parroquial que a la lista de católicos capaces de irradiar su fe con obras de apostolado. Opinaba que se podrían formar almas escogidas en todas las clases sociales, y por eso estimaba a sus sacerdotes según los resultados que ellos, con su celo y talento, obtuviesen en este particular (Chautard, El alma de todo apostolado, parte IV, 1 f).
"La tarea del pastor no se limita al cuidado individual de sus fieles, sino que se extiende por derecho también a la formación de una comunidad genuinamente cristiana. Pero si ha de cultivarse adecuadamente el espíritu de comunidad, éste ha de abarcar no sólo a la Iglesia local, sino a la Iglesia universal. Una comunidad local no debe fomentar sólo el cuidado de sus fieles, sino que, imbuida de celo misionero, debe preparar a todos los hombres el camino hacia Cristo.
Esa comunidad local, sin embargo, tiene especialmente bajo su cuidado a los que están recibiendo instrucción en ese caminar hacia Dios, y a los nuevos conversos que deben ser formados gradualmente en el conocimiento y práctica de la vida cristiana" (PO,6).
"El Dios hecho hombre se vio obligado a dejar sobre la tierra su Cuerpo místico.
De otro modo su obra hubiera terminado en el Calvario. Su muerte habría merecido la redención para el género humano; pero ¿cuántos hombres habrían podido ganar el cielo, sin la Iglesia que les trajera la vida de la Cruz? Cristo se identifica con el sacerdote de una manera particular. El sacerdote es como un corazón suplementario que hace circular por las almas la sangre vital de la gracia sobrenatural. Es pieza esencial dentro del sistema circulatorio espiritual del Cuerpo místico. Si falla, el sistema queda congestionado, y aquellos que de él dependen no reciben la vida que Cristo quiere que reciban.
El sacerdote tiene que ser para su pueblo, dentro de sus límites, lo que Cristo es para la Iglesia. Los miembros de Cristo son una prolongación de Él mismo, no solamente son colaboradores simpatizantes, seguidores, simple refuerzo externo.
Poseen su vida. Comparten su actividad. Deberán tener su mentalidad. Los sacerdotes tienen que ser uno con Cristo bajo todos los aspectos posibles.
Cristo para desarrollar su misión, formó en torno a sí mismo un cuerpo espiritual; el sacerdote ha de hacer lo mismo. Ha de formar en torno suyo miembros que sean uno con él. Si el sacerdote no tiene miembros vivientes, formados por él, unidos con él, su obra se reducirá a dimensiones irrisorias. Estará aislado e incapacitado. No puede el ojo decirle a la mano: "no me haces falta "; ni la cabeza a los pies: " no me haces falta" (l Co 12,21).
Si Cristo, pues, ha constituido el Cuerpo místico como el principio de su camino, su verdad y su vida para las almas, actúa lo mismo mediante el nuevo Cristo: el sacerdote. Si éste no ejerce su función hasta edificar plenamente el Cuerpo místico (Ef 4,12). -Ahí edificar significa construir-La vida divina entrará en las almas y saldrá de ellas con poco provecho.
Es más: el sacerdote mismo quedará empobrecido, debido a que, aunque la misión de la cabeza es comunicar la vida al cuerpo, no es menos verdad que la cabeza vive de la vida del cuerpo, creciendo al par que crece éste y compartiendo sus flaquezas.
El sacerdote que no comprenda esta ley de sabiduría sacerdotal, pasará la vida ejercitando sólo una fracción de su capacidad, siendo su verdadero destino en Cristo abarcar el horizonte (P.F.J. Ripley).
5. LA LEGIÓN EN LA PARROQUIA
"En las actuales circunstancias los laicos pueden hacer mucho y, por lo tanto, deberían hacer mucho por el crecimiento de una auténtica comunión, eclesial en sus parroquias, con el fin de reavivar un espíritu verdaderamente misionero, llamado a atraer a los no creyentes, y a los propios creyentes que hayan abandonado la fe o en los que ha surgido la apatía en su vida cristiana" (CL, 27).
Podrá verse cómo el crecimiento de un auténtico espíritu de comunidad se verá apoyado sin reservas fundando en ella la Legión de María. A través de la Legión, el laico se acostumbra a trabajar en la parroquia en estrecha colaboración con los sacerdotes y a participar en responsabilidades pastorales. La regulación de las diversas actividades parroquiales mediante reuniones semanales regulares es una ventaja en sí misma. Sin embargo, es todavía más importante que aquellos que participan en el trabajo parroquial pertenezcan a la Legión, y que, por consiguiente, posean una formación espiritual que les ayudará a comprender que la parroquia es una comunidad eucarística con un sistema metódico que les permitirá llegar a cualquier persona de la parroquia, con el fin de construir dicha comunidad. Algunas de las formas en las que el apostolado legionario puede llevarse a cabo en la parroquia se describen en el capítulo 37. (Sugerencias para los trabajos).
"Los sacerdotes deben considerar el apostolado seglar como parte integral de su ministerio, y los fieles como un deber de la vida cristiana" (Pío XI .)
6. FRUTOS DEL ESPÍRITU LEGIONARIO: IDEALISMO Y DINAMISMO EN ALTO GRADO
Si la Iglesia, para defender los fueros de la verdad que se le ha confiado, se estancara en un rutinarismo de precauciones y reparos, proyectaría sobre esa verdad sombras siniestras; sobre todo a los ojos, de la juventud, la cual se habituaría a buscar en empresas puramente' mundanas -y aun irreligiosas- el entusiasmo por ideales prácticos que anhela su corazón generoso. Se haría un daño incalculable, y los efectos caerían como un castigo sobre las generaciones futuras.
Aquí puede contribuir la Legión, trazando, un programa de iniciativas, esfuerzo y sacrificio; un programa tal, que logre cautivar para la Iglesia estos dos términos: idealismo y dinamismo, haciéndolos servidores de la verdad católica.
Según el historiador Lecky, el mundo está regido por los ideales.
Ahora bien, quien forja un ideal superior, levanta a toda la humanidad, si ese ideal es -como se supone- práctico, y bastante evidente como para que pueda servir de reclamo.
¿Será temerario afirmar que los ideales propuestos por la Legión reúnen estas dos condiciones?
Aún concediendo que de entre las filas legionarias saldrán para gozo y honor de la Legión- numerosas vocaciones religiosas, se objetará que, fuera de esas personas predilectas, no habrá nadie en medio de tanto egoísmo como reina en el mundo, dispuesto a echar sobre sus hombros la pesada carga impuesta al socio de la Legión. Los que así hablan se equivocan. Los muchos que se ofrezcan para un servicio fácil, no tardarán en desertar de la Legión, sin dejar huella de su presencia; pero esos pocos que acuden a la voz de grandes y altas empresas perseveraran, y poquito a poco su espíritu se comunicara a los muchos; y, con el tiempo, se verificará el prodigio de conducir hasta la santidad a multitudes enteras, que antes se habían negado aún a llevar una vida meramente buena.
Un praesidium de la Legión viene a ser en manos del sacerdote -o del religioso- como una máquina potente en manos del mecánico: así como este, tocando registros y moviendo palancas, consigue una multiplicación de fuerzas que antes parecía inconcebible, de igual manera la hora y media empleada en la junta semanal, dirigiendo, animando y sobrenaturalizando a los socios, multiplicará al sacerdote- o al religioso -, haciéndole estar presente en todas partes oyéndolo todo, influyendo en todos; en fin, rebasando los estrechos limites de su personalidad física en el ejercicio de su ministerio personal. Ciertamente no parece posible explotar mejor el celo que empleándolo en la dirección de uno o varios praesidia.
Los legionarios podrán ser de suyo humildes -como el cayado, el zurrón y los guijarros del pastor-, pero con ellos, transformados por María en instrumentos del cielo, saldrá el sacerdote como otro David, con certeza de victoria, al encuentro del más temible Goliat: la incredulidad y el pecado.
“No será la fuerza material, sino una fuerza moral la que defienda la justicia de vuestra causa y os de la victoria segura. No son los gigantes quienes más hacen. Muy pequeña era la Tierra Santa y, sin embargo, cautivó al mundo entero. Muy reducida Ática, y ha moldeado el pensamiento de la humanidad. Moisés no era más que uno solo. Elías, uno solo; y también David, Pablo, Atanasio y el Papa León. Es que la gracia obra mediante los pocos. El cielo escoge por instrumentos la clara visión, el firme convencimiento y la determinación indomable de los pocos; se sirve de la sangre del mártir, de la oración del santo, del acto heroico, de la crisis momentánea, de la energía concentrada en una palabra o en una mirada. No temáis pequeña grey, porque en medio de vosotros está Aquel que todo lo puede, y hará por vosotros grandes cosas" (Cardenal Newman, Estado actual de los católicos).
7. FORMACIÓN A BASE DEL SISTEMA DE MAESTRO Y APRENDIZ
Es muy corriente la opinión de que los apóstoles se forman principalmente escuchando conferencias y estudiando libros de texto. La Legión, en cambio, cree que la formación se hace imposible si no va acompañada de trabajo práctico; es más: hablar de apostolado y no practicarlo puede ser contraproducente, por razón de que, al discutir como debiera hacerse un trabajo, hay que exponer sus dificultades, y también señalar un ideal y un nivel de ejecución muy elevados; pero hablar a principiantes de esa manera, sin demostrarles al mismo tiempo, mediante la práctica, que tal trabajo está a sus alcances y hasta es fácil, no servirá más que para asustarles y hacerles desistir. Además, el sistema de conferencias tiende a producir teóricos y apóstoles que piensan convertir al mundo mediante la inteligencia.
Estos tendrán pocas ganas de darse a los oficios humildes y al arduo mantenimiento de contactos personales, de los que sin duda depende todo, y que el legionario -permítasenos decirlo- tan gustosamente acepta.
El concepto legionario de la formación es el método ideal, empleado -según parece, sin excepción- por todas las artes y profesiones. En vez de largas conferencias, el maestro coloca el trabajo ante los ojos del aprendiz, y con demostraciones prácticas le indica cómo debe hacerse, comentando los varios aspectos del trabajo conforme avanza. Luego el aprendiz se pone a trabajar, y el maestro le va corrigiendo. De este método sale pronto e infaliblemente el artífice adiestrado. Así que toda conferencia debe basarse en el trabajo mismo; cada palabra tiene que estar vinculada a una acción. Si no, poco fruto podrá producir y tal vez ni siquiera se recordará. Es curioso cuán poco recuerdan de una conferencia aún los estudiantes más asiduos.
Otra reflexión: si se propone el método de conferencias como medio de iniciación en un grupo apostólico, pocos se presentarán para la admisión. La mayoría, después de salir de la escuela, están resueltos a no volver a ella. Especialmente a las personas más sencillas les da miedo el pensar que tendrán que volver a una especie de clase, aunque sea de cosas buenas. Y de ahí que los sistemas de estudio de apostolado no logran suscitar un atractivo popular. Pero la Legión se basa en principios más sencillos y, a la vez, más psicológicos. Sus miembros dicen a otras personas: "venid y trabajemos juntos". A los que aceptan no se les lleva a una escuela; se les ofrece un trabajo que está haciendo ya uno como de ellos. Por tanto, ya saben que el trabajo está a su alcance, y se presta gustosamente a ingresar en la asociación. Y, una vez dentro, ven cómo se hace el trabajo, toman parte en él -mediante los informes y comentarios que oyen sobre dicho trabajo-, aprenden el mejor método de realizarlo; y, así, no tardan en adquirir maestría.
"Algunas veces se le achaca a la Legión la falta de experiencia de sus miembros, o el no insistir en que éstos dediquen largos períodos al estudio y aprendizaje. Quede, pues, claro:
a) que la Legión utiliza sistemáticamente la cooperación de sus miembros mejor pertrechados.
b) que, si bien no insiste sobre la importancia extrema del estudio, se ingenia todo lo posible en capacitar y adaptar a cada uno para su apostolado particular.
c) que la finalidad principal de la Legión es proporcionar una estructura, desde la cual pueda invitar así al católico ordinario... "Ven, deposita el óbolo de tu talento; nosotros te enseñaremos a desarrollarlo y a usarlo, a través de María, para la gloria de Dios". Pues no hay que olvidar que la Legión es tanto para los humildes y menos privilegiados como para los doctos y más dotados" (P. Tomás P.O' Flynn, C.M; antiguo director espiritual del)
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